Hoy fui a mi Alma Mater porque estoy gestionando nuevamente los documentos de la finalización de mis estudios de grado.
Siempre que uno va a un lugar en el que vivió fuertes emociones y largos períodos de tiempo se encuentra con esa extraña e indefinible sensación.
En mi caso se multiplica en su escuela de idiomas fue que hice mi educación lingüística y porque mi padre siempre trabajó en la universidad de la que soy egresada. Dígase que no sólo pasé allí mis inicios profesionales sino también gran parte de mi infancia y adolescencia (¡Oh aquellas mañanas sábados estudiando inglés y los lunes/miércoles de italiano!).
Encontrarse con los cambios en la infraestructura es lo clásico, pero cuando se llega a los cambios de procesos es que se lía el asunto. Ingenua al fin hice mi fila, delante mío habían unas cuatro personas que duraron una eternidad en sus respectivos turnos. Conforme «comía boca» y me entrometía en las gestiones ajenas me sentía más y más vieja. La primera persona era de nuevo ingreso, dígase sería matrícula 2012, la siguiente era 2010, había una 2009 y una 2008 que parecía que había tenido una vida difícil (estaba un tanto «deteriorada»).
Al llegar mi turno y preguntarme mi matrícula fue que me di cuenta de que ya no era aquella chavalita universitaria, ¡estamos en el 2012 y mi matrícula es 2003! Hace casi 10 años que entré a aquella institución…
Fue estando trastocada por el redescubrimiento de mi «juventud acumulada» que me enteré de que hay que hacer la gestión vía internet y ¡sorpresa! dada la «antiguedad» de mi matrícula tenía antes que pedir una nueva asignación de contraseña porque ya ni siquiera estaba en el sistema la mía. Una vez con ella hacer la solicitud online, pasar por caja y luego volver a hacer la fila donde todo inició.
A estas alturas ya me sentía un dinosaurio, cual viejita de cabello blanco y andador en un banco a la que le dicen que debe retirar su dinero por el cajero automático en vez de vía un representante.
A fin de cuentas hasta llegué tarde a una reunión, porque el proceso será muy moderno, muy moderno, pero de práctico nanai y perdí al menos media hora más de lo previsto.
De mi reencuentro con mi alma mater salí pensando en como el tiempo pasa -sin lugar en dudas no en vano- tan puntual como es de esperarse, démonos o no cuenta y como los años pasan gústenos o no.