Y así entré a los TÁ

Acá estoy, tres décadas después de mi nacimiento, en un punto lleno de preguntas, de miedos, de inseguridades. Por que al dejar los veinte creí que sabría a dónde iba en mi vida, sin embargo lo que he aprendido es a donde NO quiero ir.

Quería tener una licenciatura y la hice, tomé una de las más divertidas carreras, una que me deja más puertas abiertas y campos laborales de las que jamás pude haber soñado, sin si quiera salirme de mi área de estudios.

Quería vivir fuera de mi país y me dejé adoptar por Madrid. ¡Ay Madrid de mis amores! Allí viví fiestas hasta quien-sabe-que-hora, descubrí mi espíritu mochilero y aventurero, reí, lloré, crecí y gracias a la loca idea de un antiguo jefe descubrí que mi carrera profesional podía ir más allá de lo que yo misma podía limitarla.

Quería hacer una maestría y la hice, seguida de un curso en un área que odiaba y que me enseño que aquel refrán de “no escupas para arriba o te caerá en la cara” era cierto. Dos años después era diseñadora, publicista y especializada en web, siendo las dos últimas exactamente las dos cosas que inicialmente me jactaba de no ser.

Me llegó la hora de volver, con deudas, con tristezas, con decepciones, creyendo casi que había fracasado sin darme cuenta de que era lo que me convenía. Y volví a casa, sin dinero y sin idea de qué haría con mi vida.

Seguí caminando, salí de la crisis económica que me traje de España, conocí aún más gente, trabajé en un lugar y en otro… ¡Hasta fundé una empresa! (dos, si nos vamos a temas legales). Hice realidad mi sueño de escribir sobre lo que me apasionaba y lo saqué de lo personal llevándolo a un proyecto que me abriría aún más puertas de las que creía posible acceder.

Quise hacer un postgrado en educación para aprender a ejecutar la pasión que mis padres sembraron en mis venas y lo hice. Logré comprar el carro con el que tenía un buen rato soñando, aquel que me llevaría hacia las aventuras por venir. Sólo me faltaba, conocer mi país, seguir viajando trocitos del mundo y mi meta última de los veinte: el doctorado. ¡Ahí fue donde los 29 se dieron grandes!

En este último año y medio de mi vida anduve mis 2/3 de isla al punto que puedo decir que prácticamente he visitado cada una de sus provincias. taché de mi lista ciudades y países a los que había soñado viajar por años y, finalmente, puedo decir llena de orgullo que yo, Maricha Martínez Sosa, soy la loca que está haciendo un doctorado en cultura.

No sé qué será de mi vida en el camino para llegar a los cuarenta, no sé que traerá está década que hoy inicio, no sé ni dónde estaré en los próximos cinco años… No lo sé, ni me interesa porque si hay algo que aprendí es que no soy un árbol y las raíces que me atan no son físicas, sino hechas de algo superior y más duradero.

Lo único que sé, a ciencia cierta, es que estaré bien.
Que iré a donde mis sueños me lleven y a donde mis circunstancias me lo permitan, que seguiré tratando de ser la mejor yo que puedo se en cada contexto y de ayudar a todo el que pueda, desde mis modesta realidad.

No quiero ser rica en lo económico… Nunca ha sido ni será mi prioridad, con ser estable me vale y con poder darme el lujo de, por momentos, ser libre también.

Quiero continuar siendo una mujer que lucha por lo que ama.
Quiero continuar sintiéndome plena, viendo hacia atrás con lágrimas de alegría y satisfacción, quiero seguir conociendo gente, lugares, culturas, idiomas, países, sabores…
Quiero seguir viviendo aventuras, hilando experiencias e historias al rededor del mundo. Pero sobre todo, quiero poder seguir contándolas de todas las formas posibles: a través de las palabras de mis escritos y artículos, de mis narraciones verbales, de los componentes de mis diseños, de mis fotos, de mis dibujos… A través de mis ojos, de mi sonrisa, de la pasión con la que vivo y con la que trato de hacerlo prácticamente todo.

En los treinta quiero continuar mi perfeccionamiento como individuo y hacer que mis aportes sean cada vez a mayor escala.

Eso quiero, será mi meta de una década: que lo bueno que hay en mi se multiplique y logre con su eco beneficiar a otros, a que sean también ellos mejores individuos, a que sepan lo que son, lo que valen, que aprecien lo que tienen, que conozcan sus raíces…

Aún no tengo el plan, pero sé que tengo gente dispuesta a ayudarme, a caminar a mi lado y a apoyar mis -a veces muy locas- ideas.

Hoy 30 cumplo los 30 y le tengo un mensaje muy claro a la vida: ¡que me siga dando mucho de lo bueno, que estoy lista para recibirlo!

Bienvenidos sean los TÁ, sé que serán mejor que los veinte ¡y ya eso es mucho decir!

3 comentarios en “Y así entré a los TÁ”

  1. Bien!!!! Ver el camino con optimismo y con las mejores intenciones de sacar lo máximo de cada oportunidad es lo menos que se puede esperar de tí. Pa’lante Maricha pero no el que nos tienen acostumbrados a oir sino el de verdad!!!!! el que con esfuerzo y tropiezos nos lleva a lograr las metas que nos proponemos. Tu madri.

  2. Muy encantado de leerte, tienes una madurez envidiable para escribir, espero que sigas creciendo y que tus sueños y deseos tan modestos como tu misma se sigan haciendo realidad.

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