Sólo sé que no sé nada

Sócrates probablemente no sabía la repercusión que tendría su frase sobre la vida de quienes habitamos el mundo miles de años después. Todo aquel que tiene un mínimo de cultura general o que dió filosifía (ya fuera en el cole o en la uni) ha tenido que estudiar un poco sobre el pensamiento de este irónico y sabiondo personaje de la historia.

Ahora, una cosa es estudiar o conocer un tema y otra es vivirlo en carne propia. Hay momentos en nuestra existencia en que se nos presentan disyuntivas que hacen que nos detengamos a pensar ¿a dónde voy? y aunque a veces si sea a modo de metáfora, otras veces es literalmente el momento de seleccionar entre dos o más caminos (profesional, familiar, sentimental, personal, académico…).

Pues como sabrán quienes tienen un tiempo leyéndome, desde hace algunos meses yo estoy en ese ¿y ahora qué? haciendo las columnas del FODA o DAFO (como prefieran llamarlo) y tratando de ver en qué dirección debo dar cada paso.

Hace unos días hablaba con una amiga que me comentaba que ella tampoco sabe qué hacer y le dije «mana, nunca pensé que aquello de ‘sólo sé que no sé nada’ se convertitía en nuestra filosofía de vida». Y es que es así. No es cómodo, no es divertido, pero a veces lo único que tenemos claro es que todo es oscuro, que el mechero se quedó sin gas y que a la linterna se le agotaron las baterías.

Me decían: «ya verás como a los 30 te toca vivir otra juventud con todo y sus crisis existenciales». Sinceramente o soy precoz y la vivo desde los 24 o estoy jodida porque la que vendrá en 4 años será «la de Dios». Mientras no queda de otra que intentar ser feliz en la ignorancia y disfrutar de la oportunidad (que no todo el mundo tiene) de vivir al día…

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